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¿Dónde está el cuerpo del Che?

Periódico Los Tiempos. Cochabamba, 31 de julio de 1994

Carlos Soria Galvarro es alguien "quien vivió en carne propia la situación de estar, debido a los ´principios orgánicos´, oficialmente al margen del movimiento guerrillero, pero cuyo sentimiento se desgarraba ante el sacrificio de los combatientes, la mayoría de ellos de la misma generación y a los que nos unían entrañables lazos de amistad y compañerismo".

Durante la guerrilla del Che Guevara, Soria Galvarro militaba en la Juventud del Partido Comunista de Bolivia y fue uno de los dirigentes de la "J" que exigió a sus mandos partidarios el esclarecimiento de por qué este partido había prohibido la incorporación de sus militantes, especialmente jóvenes –él entre ellos– al movimiento del Che.

Transcurridas más de dos décadas de aquel suceso, Soria Galvarro nos ofrece la compilación más completa y detallada acerca del tema, a través de una serie de cinco tomos, tres de los cuales ya han sido publicados por el Centro de Documentación e Información (CEDOIN), contando entre sus editores a su propia hija, Floriana, de 25 años.

En la voz de este periodista cochabambino habla una generación tantas veces perseguida, tantas veces asombrada, que alguna vez acarició un fusil en busca de la utopía del tiempo nuevo. Hasta que la utopía quedó desarmada.

—En uno de los textos que se reproducen en el tercer tomo de su libro, René Zavaleta Mercado "exculpa", es más, absuelve a las cúpulas del PCB en la responsabilidad de este partido para el aislamiento político de la guerrilla del 67. Al insistir usted que no sólo Monje, sino también Kolle Cueto y otros funcionarios proso-viéticos del PCB mantuvieron una marcada conducta antiguevarista, hay una implícita condena de parte suya a esa cúpula partidaria. ¿Qué importancia tiene esta revisión histórica en la actualidad?

—Zavaleta "absuelve" al PCB por la vía de minimizar su papel, no le atribuye una importancia decisiva en el desarrollo de los acontecimientos, aunque califica su actuación como "deserción". Según Zavaleta, los argumentos de Monje en Ñancahuazú eran para no luchar, "pidió lo que no se le iba a dar porque quería ser rechazado", dice.

En realidad, los dirigentes del PCB no eran antiguevaristas. Por rigidez doctrinaria o por obediencia a los esquemas del partido soviético, suponían que el "foco" pregonado por el Che no tenía posibilidades de triunfar. Pero se hubieran convertido en guevaristas furiosos si el Che triunfaba.

—Y usted condena esa conducta de la cúpula del PCB, de Monje, Kolle Cueto, de Simón Reyes y de tantos otros burócratas pro-soviéticos...

—El propósito que me anima al publicar esta recopilación no es el de condenar a nadie. Lo que pretendo es que hablen los documentos y los testimonios, que de ellos fluya la verdad histórica. Por ejemplo, los materiales reunidos en el primer volumen demuestran inobjetablemente que Monje y el núcleo de la dirección del PCB en lo fundamental coincidían, incluso en los vaivenes. Pero Monje pasó a ser un chivo expiatorio... como si fuera el único que sostuvo esas posiciones.

—¿Qué tan importante es volver a debatir, ahora, la experiencia del Che a partir de su relación con el PCB?

—En estos tiempos de la "utopía desarmada" todo debe ponerse en debate, incluso experiencias históricas como la tentativa revolucionaria del Che. Modestamente, la recopilación que vengo publicando, quiere aportar a ese necesario y quizá ineludible debate. Estoy radicalmente en contra, como lo han hecho muchos, de poner sin mayor análisis la etiqueta de "traidores" a los dirigentes del PCB de entonces. Críticos como René López Murillo, Lupe Cajías o Carlos Mesa han encontrado en la documentación publicada más bien elementos de reivindicación del PCB.

—El método de las purgas y del sistemático encubrimiento de conductas erróneas, al amparo de dogmas verticalistas, ha sido una característica permanente de los partidos de la izquierda, no sólo en el PCB. La izquierda ha desaparecido virtualmente en Bolivia debido en gran medida a estas lógicas partidarias, basadas en el cálculo y la hipocresía. ¿No cree usted que ha llegado el momento en que se pueda plantear opciones políticas desde el campo popular bajo formas organizativas y conceptuales radicalmente diferentes a los partidos?

—Las nuevas opciones políticas del campo popular, estoy seguro, se construirán sobre bases distintas. Lejos del sectarismo verdaderamente confesional que caracterizó a los partidos de izquierda. Afortunadamente, se derrumbaron los dogmas y el monolitismo. Imagino el renacer de un impulso renovado, en el que se combinen creatividad, enfoques plurales, respeto y tolerancia por opiniones divergentes, autenticidad y raíces profundas en nuestra realidad, democracia en lo interno y sobre todo honestidad. Correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace. No sé si eso se llamará "partido", "movimiento" o alguna otra cosa.

—La figura del Che, al margen de incomodar todavía hoy a viejos burócratas del extinguido PCB, es una imagen que borra discrepancias ideológicas, aglutina y genera sentimientos de solidaridad en un amplio espectro social y generacional...

—No solamente el Che, sino también los combatientes bolivianos que cayeron con él fueron paulatinamente proscritos, borrados de la memoria institucional del PCB, como si nunca hubieran existido; algo muy típico del viejo stalinismo. Pero además les incomodaba el propio Fidel, a quien Kolle nunca consideró un verdadero comunista sino un "envanecido socialdemócrata de izquierda". Sólo ahora, luego del derrumbe del poder soviético, se han vuelto repentinamente fidelistas fanáticos, se agarran de Fidel y de la Revolución Cubana como de una tabla de salvación, pero siguen ignorando al Che. ¿Será por una especie de complejo de culpa?

Desde mi punto de vista, Fidel y el Che son inseparables, aunque por las circunstancias históricas recorrieron caminos diferentes.¬

—¿Qué aspectos de la trayectoria del Che Guevara halla usted vigentes en nuestra época?

—El Che no debiera ser mirado como un icono del santoral revolucionario, ni Fidel considerado un pontífice con la verdad absoluta en la mano. De hecho, con toda su grandeza, ambos pudieron y pueden equivocarse.

Creo que la integridad es la virtud más rescatable del Che y la más actual, sobre todo por el viscoso pragmatismo que impera en todas partes. El Che obraba como pensaba, sin cálculos ni mezquindades.

—Dentro su investigación, al menos eso está planteado en el segundo tomo de su libro, queda la duda sobre el destino final de los restos mortales de Ernesto Che Guevara. Usted ha llegado a exigir la recuperación de esos restos y su entrega al gobierno de Cuba o a sus familiares de Argentina...

—En la lucha por los derechos humanos en América Latina, particularmente contra el odioso sistema de la desaparición forzada, se ha asentado una especie de jurisprudencia: mientras no se entregue el cadáver de la víctima, la persona sigue siendo "desaparecida".

Técnicamente el Che y otros guerrilleros son todavía "desaparecidos". ¿Por qué si se rescataron los restos de Néstor Paz Zamora no puede hacerse lo mismo con los del Che y los de otros combatientes?

—¿Cree que el cadáver del Che esté todavía en Bolivia?

El general en retiro Luis Reque Terán, comandante de la IV División de Ejército en tiempos de la guerrilla, invitado a un coloquio en la Asociación de Periodistas de La Paz, con motivo de presentar el segundo tomo de la serie, afirmó que el cadáver del Che está enterrado en alguna parte. Dijo también que los que sabían dónde, ya han fallecido, pero no me parece imposible el averiguarlo.

—¿Qué tan factible podrá ser esto que usted plantea?

Estoy convencido de la existencia de multitud de razones, tanto políticas como humanitarias, para proceder de esta manera y entregar los restos del Che y de los otros compañeros, a sus familiares. Esto cerraría con dignidad un capítulo de nuestra historia nacional.

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