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Gary Prado y El Che: Restituir La Historia

Gary prado GR nA punto de cumplirse los 50 años del asesinato en La Higuera de Ernesto Guevara el 9 de octubre de 1967 no son pocas las dudas sobre que ocurrió ese día y el anterior. Recientemente el debate renació cuando el presidente Evo Morales acusó al entonces capitán Gary Prado Salmón de asesinar al Che. Rápidamente algunos cientistas y comunicadores sociales salieron el defensa de Prado y atacaron acremente al Presidente. Argumentaron que el militar capturó al Che, que lo entregó vivo a sus mandos y que por tanto es inocente de una culpa que recae en quienes dieron la orden de ejecutarlo.

Tras escribir sobre Teoponte, investigo la presencia del Che en Bolivia; tengo un libro ad portas. Me baso en documentos de diversos archivos, y entrevistas a partícipes de la lucha armada en Bolivia entre 1966 y 1967. En ese periplo leí la obra de Prado y conversé con él en su casa de Santa Cruz. Me pareció una persona sensata, inteligente y aprecié su narrativa.

Pero ese no es el punto clave ni tampoco lo que hizo antes y después del 8 y 9 de octubre de 1967. Para historiarlo es necesario colocarlo justo en ese momento del tiempo más allá de los (des)amores contemporáneos. Implica igualmente deconstruir su narrativa cotejándola con otros documentos y testimonios, como corresponde a quienes se reclaman de cientistas del pasado. No es lo que hicieron sus defensores pues se aferraron a la versión canónica del propio Prado. ¿Y si hubiera razones y pruebas fundadas para cuestionarla?

EL PRISIONERO

El Che fue capturado entre las 13 y las 14 horas del 8 de octubre cuando en compañía de Willy, el boliviano Simeón Cuba, intentaba trasponer la quebrada del Churo hacia la de La Tusca. Estaba herido en la pierna y tenía su carabina M1 inutilizada. Solo un error de Willy permitió que lo atraparan los operadores del mortero 60 de la Compañía “B” de “Rangers”, de la que Prado de 28 años era comandante. El oficial entre tanto estaba en su puesto de comando a unos 20 metros. Tras comunicar por radio los resultados del operativo, que cobraron la vida de cuatro soldados y dos guerrilleros, Prado dispuso aproximadamente a las 17.30 horas la retirada hacia La Higuera.

Tropa y prisioneros remontaron a pie una empinada cuesta y el Che debió ser sostenido por un par de soldados que cambiaban de tiempo en tiempo. Detrás sobre mulas venían los cuerpos de los guerrilleros muertos. Se sumó a la columna el teniente coronel Andrés Selich; no participó en el combate ni pertenecía a los “Rangers”. Llegó poco antes en helicóptero desde Vallegrande. Un soldado que ayudó al Che, me relató que Selich golpeaba al guerrillero en el dorso con la culata de su fusil. Años más tarde el médico Abraham Baptista, que el 10 octubre suscribió la autopsia del Che, confesó que halló en su espalda una “”herida grande” lo que es congruente con el testimonio mencionado.

Una vez en La Higuera, donde llegaron hacia las 19:30 horas, el Che y Willy fueron encerrados en salas separadas en la mísera escuela de la población. El Che fue curado y salvo un incidente con un oficial, que no fue Prado, fue esta vez bien tratado. Permaneció con manos y pies atados, mientras los oficiales leían su diario y se repartían bienes y dinero de la guerrilla.

Al día siguiente, como a las 7.15 AM, arribó el coronel Joaquín Zenteno Anaya, Comandante de la VIII División. Lo acompañaba el agente de la CIA Félix Rodríguez, que luego escribiría un conjunto de falsedades; ya habrá tiempo de refutarlas. Zenteno tras recibir el parte del mayor Miguel Ayoroa, Comandante del Batallón “Rangers” y del capitán Prado, se trasladó con ambos hacia el Churo a observar la zona del combate del día anterior. Además verificaría la progresión de la nueva operación militar de rastrillaje. Participaron en ella el segundo pelotón y el de Morteros de la Campañía “B”, a cargo de Prado y el segundo y cuarto pelotón de la Compañía “A” al mando del capitán Celso Torrelio, según consta en los informes no publicados de ambos oficiales, que he consultado.

LA EJECUCION

Prado afirma que se quedó en el operativo, mientras que Zenteno y Ayoroa regresaron juntos a la Higuera, distante un par de kilómetros. Según los apuntes inéditos y personales de Zenteno, una copia en archivo del autor, llegaron entre las 10 y 30 y 11 am. Zenteno ingresó de inmediato al aula donde el Che estaba prisionero y a poco de salir recibió una comunicación por radio que le instruía ejecutar a los guerrilleros prisioneros. Debió ser para él muy difícil de asumir, pero luego de sobrepasar sus dudas cumplió la orden de sus superiores.

Prado afirma que Zenteno reunió a suboficiales y sargentos y pidió voluntarios. Como todos se habrían ofrecido, escogió al azar al sargento Bernardino Huanca para dar cuenta de Willy y al suboficial Mario Terán del Che. Si Prado no estaba ese momento en La Higuera, como asegura, no fue testigo presencial de esa decisión. El mecanismo indirecto de su fuente, no la invalida; lo que la pone en prueba, al punto de desecharla, son otros testimonios y documentos.

Lo que hubo en rigor fue una cadena que se inició en Zenteno y que tras diversos vericuetos que tocaron a varios oficiales terminó finalmente en Terán, la escala más baja del mando. Jon Lee Anderson, uno de los biógrafos del Che, publicó en 1997 en su libro fragmentos del informe de Selich que dan cuenta que Zenteno instruyó al mayor Ayoroa encargarse de la orden de ejecución. Luis Reque Terán, entonces comandante de la IV División, señala lo mismo. Un comportamiento más acorde con la operativa vertical castrense.

Ayoroa, arguye que nada tuvo que ver pues Zenteno hizo el encargo a Félix Rodríguez. Las notas de Zenteno, un par de hojas de apuntes, corroboran en cambio que existió una instrucción precisa. En el caso del Che, apuntó “orden a My Ayoroa”, y que éste la retransmitió al subteniente Huerta y luego al subteniente Carlos Pérez “”quien no cumplió la orden””. Los documentos oficiales norteamericanos que permanecieron secretos por años, con diferencias que apuntaremos luego, son coincidentes con los apuntes de Zenteno. A fines de octubre de 1967, en la Esperanza, ingenio azucarero próximo a la ciudad de Santa Cruz transformado en campo de entrenamiento, instructores de los “Rangers” recabaron información para evaluar el comportamiento en combate de sus pupilos.

La retransmitieron a la Inteligencia del Departamento de Defensa de EE.UU. Un documento”Confidencial” de esta unidad del 28 de noviembre de 1967 refiere que el 30 de Octubre se consultó a un subteniente de la compañía de Prado sobre la captura y la muerte del Che. Este afirmó:

“”Temprano en la mañana del 9 de octubre, la unidad recibió la orden de ejecutar Guevara y los otros cautivos. Previamente el Col Santanna, Comandante de la 8tva. División, había dado la orden de mantener vivos a los prisioneros. Los oficiales implicados no conocían dónde se había originado la orden, pero tenía la impresión que venía de las más altas esferas. Capt. Prado dio la orden de ejecutar a Guevara al subteniente Pérez, pero él no se sintió con la capacidad de cumplirla y a su vez se la dio al Sgt. Terran, Compañía B ””.

Santanna obviamente es Zenteno y Terran, es Terán; trampas de la fonética. El documento está disponible en la red y da base documental y fundamentada para la reciente denuncia del presidente Morales.

La diferencia frente a las notas inéditas de Zenteno es que exime a Ayoroa e imputa a Prado. Este último no solo estaría presente en La Higuera el 9 de octubre en las horas cruciales y sino que dio instrucciones para cumplir el mandato superior. Empero, según la contabilidad de Félix Rodríguez eran las 13.20 cuando Terán disparó contra el Che. Gary Prado, en tanto, asegura que ingresó a La Higuera como al medio día, cerca de las 13 horas, y halló al Che muerto. ¿Pero por qué el oficial entrevistado en La Esperanza en 1967 señaló que fue Prado el responsable de dar la orden de ejecución? Hace tiempo intentamos hablar con él, pero se negó.

Que Pérez, que combatió al Che el día anterior como integrante de la Compañía “A”, recibió el mandato y rechazó ejecutarlo está confirmado además por una declaración de su esposa realizada en el documental “Carabina M2. Un arma americana”. Fue él quien en última instancia que recibiendo instrucciones de Prado o de Ayoroa, convenció, ordenó o aceptó el ofrecimiento de Mario Terán, que estaba bebido, de disparar sobre el Che. En la noche anterior, aunque Prado no lo reconoce, los soldados velaron a sus muertos y tomaron, no todos, chancaca diluida en alcohol de quemar y agua.

Fue Pérez quien instruyó a Terán tirar “menos en la cara” de modo que se ratificara la versión oficial de que el Che murió en combate. Como Terán disponía de un M1 que no dispara ráfagas, Pérez le cedió su propia M2. Hace un quinquenio quien escribe estas líneas la tuvo en sus manos, con un escalofrío en todo el cuerpo.

EL TERCER HOMBRE

En su libro Prado habla solamente de dos ejecutados: El Che y Willy. ¿Y si hubo un tercero? La periodista francesa Michele Ray habló en marzo 1968 en la revista “Ramparts” de un “maestro” preso. El 24 de julio de ese año el subteniente Eduardo Huerta Lorenzeti, que combatió el 8 de octubre y que el día 9 se hallaba en La Higuera, declaró: “Solamente conozco y puedo decir que llegó un herido del día anterior por la mañana y en la tarde dos guerrilleros muertos”. No indicó sus nombres.

¿Quién era el guerrillero capturado? Zenteno apuntó “Aniceto herido”. Un par de soldados entrevistados por Carlos Soria Galvarro no dudaron en hablar de dos prisioneros, además del Che. Uno fue identificado como el boliviano Modesto Reinaga, profesor como registró Ray. Otro que dejó constancia de su captura vivo fue José Luis Alcázar, corresponsal de guerra en 1967. Aniceto figura igualmente como un tercer ejecutado en documentos oficiales norteamericanos que se pueden obtener recurriendo a su Ley de Libertad de Información.

Prado no niega que su gente dio con Aniceto, pero asegura que fue eliminado en combate. Sin embargo lo tomaron vivo, aunque herido el día anterior en un ojo y lo llevaron hasta La Higuera ese lunes 9¿No se lo comunicaron a su comandante?

LA HORA FINAL

Probablemente asesinaron primero a Willy y Aniceto; en qué circunstancias aún queda por establecerse. Había que eliminar testigos del Che capturado vivo y casi ileso. Luego se abrió un compás de espera mientras Terán cobraba fuerzas pues, al parecer, desistió en el primer intento. En una entrevista concedida a los periodistas Idelfonso Olmedo y Juan José Toro, Prado asegura en cambio: “Tengo la versión correcta de la ejecución que me contaron los propios participantes .Así que cogieron sus carabinas M2, se dieron la vuelta y entraron a los cuartos donde estaban los prisioneros”.

Y agrega para (re)afirmar su retrato del Che sumiso que busca instalar:

“No hubo palabras ni despedidas ni discursos. No correspondía. Después han aparecido versiones, que si apunte bien, que si va a matar a un hombre... El propio Mario Terán no ha hecho nunca una declaración pública. Lo demás son elucubraciones. Ha habido en todos estos años un gran esfuerzo para crear el mito..."”.

Pero Terán hizo confesiones a Antonio Arguedas, el inefable ministro de gobierno durante la guerrilla del Che. “!Póngase sereno –me dijo– y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!’ Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé”. Hay otra fuente similar, de cuerpo presente, y que procede de adversarios no proclives a fundar leyendas. A poco más de un mes de su ejecución, los “Green Berets” recogieron de los labios del aludido subteniente un relato que seguramente oyó él mismo, o lo supo de Terán o de Pérez, que estaba vigilante en la puerta del aula. Desafiante y digno, como se mantuvo durante todo su corto cautiverio, el Che se levantó: “!Sérenese y apunte bien! Va a matar a un hombre. Terran disparó entonces una ráfaga de carabina M2…”.

Leí la “Guerrilla Inmolada” en 1987 y me sigue pareciendo un texto bien expuesto y documentado. Empero, luego del trajinar de una década por todas las fuentes posibles, estoy convencido que para conocer lo ocurrido el 8 y el 9 de octubre de 1967, lo mejor, como un viejo topo, es cavar en otra parte.

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El autor es historiador. Sus opiniones no comprometen a la institución a la que pertenece.

 

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