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El Che entre los libros

índiceCIComentario sobre una actualizada bibliografía

Texto publicado en la Revista: Cuarto Intermedio #116

Una de las herramientas que tenemos a mano para valorar la importancia de un acontecimiento histórico es hacer el recuento del número de voces –escritas y /o audiovisuales - a las que da origen, como expresión de un imaginario colectivo. Y algo similar puede decirse con respecto a la huella que marcan los personajes.
Por ejemplo, ¿cuántos libros, artículos de periódicos y revistas, documentales y películas de ficción han aparecido sobre el presidente John Kennedy y su asesinato en 1963? Seguro que la cifra es tan elevada como difícil de precisar.
Che entre la historia y el mito
Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como Che Guevara, es uno de esos casos especiales. Nacido en Argentina, recién graduado de médico en 1953 hizo un segundo viaje terrestre que lo inició por Bolivia. En compañía de su amigo “Calica” Ferrer permaneció aquí 45 días en calidad de lo que ahora llamaríamos “mochilero”, palpando las peripecias que el país vivía como efectos de la revolución del 9 de abril del año anterior. Visitó la mina Bolsa Negra, los Yungas, el Titicaca y la pista de esquí “más alta del mundo” (Chacaltaya todavía cubierto de nieve). Fue en su estadía en La Paz que conoció la noticia del asalto al cuartel Moncada por jóvenes cubanos comandados por Fidel Castro el 26 de julio de aquel año. Pasó al Perú por Copacabana y luego de recorrer varios países se estacionó en Guatemala. Allí pudo ver de cerca y sentir en carne propia la conspiración de la CIA que consiguió derrocar al gobierno progresista de Jacobo Arbenz quien, entre otras medidas, impulsaba una reforma agraria que afectaba a grandes propietarios y compañías norteamericanas. El Che terminó asilado en México, donde poco tiempo después se enroló en las huestes de Fidel Castro que, sin desanimarse por el fracaso del Moncada, preparaba el desembarco en la isla para desarrollar la lucha armada contra el dictador Fulgencio Batista, apoyado por los Estados Unidos. Empezó como médico de la expedición pero muy pronto se destacó como jefe militar y político. Derrotada la dictadura, puestos en fuga Batista y sus allegados, e iniciadas las transformaciones revolucionarias, Che Guevara derivó en ser una de las principales figuras de la Revolución Cubana, proceso iniciado el 1 de enero de 1959. Ocupó altos cargos en el nuevo gobierno: Presidente del Banco Nacional, Ministro de industrias y con frecuencia representante en diferentes foros internacionales y misiones en diferentes países.

La historia posterior ya es actualmente más conocida: desapareció del escenario público desde marzo de 1965, muchos años después se supo que había participado al frente de un batallón de voluntarios cubanos, en una expedición de apoyo a los grupos guerrilleros que en el ex Congo belga luchaban contra un gobierno títere de las potencias coloniales. En octubre Fidel Castro dio a conocer la carta de renuncia que el Che había dejado, casi por las mismas fechas en que fracasaba la expedición y el Che y sus hombres salían del Congo precipitadamente. Che vivió clandestino primero en Tanzania y luego en Praga (capital entonces de la Checoeslovaquia socialista). Era el preámbulo de su traslado a Sudamérica, para iniciar un proyecto de rebelión continental. Volvió a Cuba de incógnito para entrenarse y escoger al grupo de voluntarios que lo acompañarían en su nueva aventura. En tales circunstancias se decide que el foco inicial de la guerrilla sería Bolivia.
Sepultado en Bolivia
A once meses de su llegada y seis de acciones militares al comienzo exitosas, pero ineficaces por su total aislamiento, cayó derrotado. Con apenas 16 hombres que le quedaban, sin vituallas, ni alimentos ni medicinas se vio obligado a dar combate en la quebrada del Churo. Dos divisiones del ejército boliviano (cerca de dos mil efectivos que contaban en sus filas a soldados “rangers” entrenados y equipado por los Estados Unidos) le pisaban los talones y estrechaban el cerco. El domingo 8 de octubre al mediodía, es capturado junto al minero Simeón Cuba, alias Willy, su arma estaba inutilizada y levemente herido en la pierna derecha fue encerrado en la escuelita del poblado de La Higuera, donde había sido trasladado. Casi 24 horas después, 9 de octubre, llegó la orden de ejecutarlo. Willy y Aniceto Reynaga, los otros prisioneros corrieron la misma suerte. Su cadáver, transportado en el patín de un helicóptero, fue exhibido después en la lavandería del hospital de Vallegrande, ante una azorada población y una avionada de periodistas y fotógrafos llevados expresamente de La Paz. Ahí mismo comenzó la cadena de contradicciones en que incurrieron las autoridades militares, tanto sobre la forma y la hora de su muerte como la cremación o entierro de sus restos. Nadie pudo sostener la versión de que había muerto en combate y paulatinamente todos terminaron admitiendo que lo habían ejecutado “por orden superior”. Sólo casi 30 años después sus huesos fueron encontrados en una fosa común junto a seis de sus compañeros, unos muertos combatiendo y otros ejecutados como el Che. Con sus enredos y mentiras los militares apuntalaron el nacimiento del mito.
Avalancha de repercusiones
Es de imaginar la caudalosa producción bibliográfica, hemerográfica, filmográfica y digital generada en diversos países a raíz de estos dramáticos acontecimientos. Y no se trata de una producción encomiástica uniforme sino de diversos tonos, unos decididamente “guevaristas”, seducidos por la imagen del revolucionario romántico, otros intentando ser “neutrales” , algo nada fácil de lograr, otros simplemente “guevarianos” o “guevarólogos” y no pocos “antiguevaristas” rabiosos, críticos hasta la exageración o el desvarío.
En medio de verdaderos ríos de tinta y papel, en torno a los 30 años de la caída del guerrillero argentino-cubano-boliviano aparecieron casi en simultáneo por lo menos cinco mega-biografías: la del francés Pierre Kalfon, la del estadounidense Jon Lee Anderson, la del argentino Pacho O’Donell y las de los mexicanos Jorge Castañeda y Paco Ignacio Taibo II. Ninguna de ellas tiene menos de 500 páginas, la de Taibo, quizá la más exitosa, traducida a 10 idiomas y que ha vendido más de un millón de copias, tiene nada menos que 918 páginas.
Otro hecho remarcable es la aparición en los años 70 de dos biografías contrapuestas que de cierta forma expresaban los puntos de vista de las dos potencias confrontadas en la “guerra fría”: los Estados Unidos y la Unión Soviética. Daniel James, de inocultables nexos con la CIA y utilizando material clasificado de los servicios de inteligencia publica la suya en 1971 sin duda con la finalidad de contrarrestar las simpatías que en el público, especialmente entre los jóvenes estadounidenses que se oponían a la guerra en Vietnam, había despertado la imagen y el ejemplo del Che. No se puede descartar la resonancia que ha podido tener en los oídos de esa masa juvenil la muy conocida frase del Che de crear uno, dos, muchos Vietnam en América latina y en el mundo. James produce una incidiosa pero bien documentada biografía, claramente orientada a descalificar al personaje y a describir, a su manera, la forma en que se habría “evitado un nuevo Vietnam”.
Por su parte, pocos años más tarde I. Lavretski publica en Moscú otra biografía (la versión en castellano es de 1975) que exalta la figura heroica del Che, atenúa o ignora deliberadamente las discrepancias que existían entre su pensamiento y las posiciones oficiales de la dirigencia soviética; esta versión edulcorada obedecía, que duda cabe, a la necesidad de satisfacer la curiosidad de los lectores soviéticos, principalmente los jóvenes, sobre un personaje que ya en ese tiempo asumía dimensiones universales y aparecía como uno de los emblemas de la rebelión estudiantil que sacudía Europa y otras latitudes. Era hasta cierto punto natural, que las mentes más lúcidas de las nuevas generaciones soviéticas confrontaran la retórica dogmática, presuntamente revolucionaria, en la que se educaban, con la realidad de la que emergía un personaje tan fascinante y seductor como el Che. I. Lavretski es el pseudónimo de Iosif Romualdovich Grigulievich, quien tenía una verdadera pasión por los estudios sobre América Latina y en su abundante producción escrita están biografías de Bolívar, Pancho Villa, Allende y otros próceres latinoamericanos. No es extraño, entonces, que también se haya ocupado de Che Guevara, pero como era lo habitual en esas épocas, sin contrariar las posiciones políticas del Estado soviético. Un ejemplo, al respecto es la omisión total del contenido del discurso del Che en Argel en febrero de 1965, en el que critica abiertamente a los países socialistas.
Para algunos amigos con los que compartí esta idea, sería exagerado sostener que estas biografías fueron escritas “por encargo” de los organismos oficiales, pero es innegable que en su momento cumplieron una función eminentemente política.
Primeros lugares en el ranking
¿Durante el siglo XX en Bolivia cuáles son los hechos y personajes más relevantes? Diversos sondeos realizados a fines del siglo pasado coincidieron en que la Guerra del Chaco fuel suceso más destacado y Víctor Paz Estenssoro el personaje más renombrado. Un conteo de los productos comunicacionales, principalmente libros, producidos en especial sobre el conflicto bélico Bolivia-Paraguay, confirmaría la primera parte de este aserto.
La pregunta saltó cuando terminaba de actualizar una bibliografía boliviana sobre las guerrillas de Ernesto Che Guevara: Ñacahuasu* y Teoponte. La primera comandada por él mismo y la segunda de indudable inspiración “guevarista”. ¿Qué lugar ocupa entonces este acontecimiento internacional ocurrido en territorio boliviano? Una clave para responder a esta interrogante es precisamente establecer el número de libros y otros productos sobre el tema, aparecidos en el transcurso de este medio siglo.
No es el único indicador, pero coincidirá el lector que es muy significativo. Por lo general, los libros, así como los audiovisuales y otros productos, no solamente estimulan el interés sobre determinados temas, sino que satisfacen la curiosidad y la información subyacente en los públicos.
La primera sorpresa encontrada es el número. En un listado bastante exhaustivo se registraron algo más de 80 títulos de autores bolivianos acerca de las guerrillas del Che (publicados en Bolivia o en el exterior) sin contar ediciones sucesivas y tomando las seriadas sólo con el título genérico (ver: BIBLIOGRAFÍA BOLIVIANA SOBRE LAS GUERRILLAS DEL CHE en www.chebolivia.org o en carlossoriag.com).
Excepto la Guerra del Chaco, creemos firmemente que en la centuria pasada no existe en Bolivia otro acontecimiento que haya concitado tanta atención y que trascienda al siglo actual. Che Guevara ha generado mayor número de textos que Paz Estenssoro, “el hombre del Siglo XX” en nuestro país.
Militares se llevan la flor
¿Cuál es el sector profesional, o “gremio” mejor representado en la lista de alrededor de 80 autores de libros referidos a Ernesto Che Guevara y sus guerrillas de 1967 y 1970? Pues, los militares con una docena de autores y por lo menos 14 títulos.
A los veinte años de los sucesos aparece la primera oleada de libros suscritos por los actores directos de la acción antiguerrillera, todos ellos habían alcanzado en ese tiempo el grado de generales: Arnaldo Saucedo Parada, fue jefe de inteligencia de la 8ª División (No disparen soy el Che); Mario Vargas Salinas, comandó la emboscada que aniquiló al grupo de Joaquín (El “Che “ mito y realidad); Luis Reque Terán, fue comandante de la 4ª División asentada en Camiri (La Campaña de Ñancahuazú, libro registrado el año 1987, pero según indica el colofón, fue recién impreso por la imprenta del Instituto Geográfico Militar en 1992) ; Gary Prado Salmón, comandó el batallón de “boinas verdes”, entrenado y equipado por Estados Unidos, que capturó al Che en la quebrada del Churo (La guerrilla inmolada).
No obstante que todos ellos tuvieron a su disposición los archivos militares, predomina en esta serie el afán testimonial de los autores y la publicación de algunas pocas piezas de valor documental. El único que incorpora análisis y descripciones coherentes es Gary Prado, podría decirse que su libro, con varias ediciones y traducciones, es la versión oficial de las Fuerzas Armadas bolivianas, sobre la guerrilla del Che.
Una segunda tanda de libros testimoniales de militares aparece al comenzar el siglo con Eduardo Galindo Grandchand (Crónicas de un soldado: cuando enfrentamos al Che); Federico Arana Serrudo, jefe del servicio de inteligencia de las Fuerzas Armadas (El Che Guevara y otras intrigas); Oscar Angulo Torné (Chingolo: el niño que derrotó al Che), Néstor Ruiz Paz (La guerrilla del Che en Bolivia…Amor y Guerra); Luis F. Sánchez Guzmán, historiador militar cuyo padre participó en la acción antiguerillera (Hay una tumba en Vallegrande). Finalmente aparece un raro libro signado por cierto instituto de investigación histórica militar “Cnl. Julio Díaz Arguedas” (Jaque mate: cayó el Che).
Entretanto, otro investigador militar, Diego Martínez Estevez, sin ser actor directo de los hechos pero gozando del privilegiado acceso a los archivos castrenses produjo en 1989 el libro Ñancahuazú: Apuntes para la historia militar de Bolivia, en el que sobresale el manejo poco prolijo de la importante documentación que dispone y en parte da a conocer. Muchos años más tarde, 2013, aunque con otro título (La campaña militar contra la guerrilla del Che) Martínez publica lo que podría ser una versión ampliada y corregida de su primer libro.
Con muy pocas excepciones y con algunos matices, además de un marcado triunfalismo, predominan en el lenguaje de los autores militares los estereotipos y prejuicios de la doctrina de “seguridad nacional” inculcada, tanto en las academias bolivianas como en los cursos de la Escuela de las Américas de Panamá donde eran enviados todos los cadetes antes de egresar. Para muchos de ellos, incluso los más recientes, la “guerra fría” no ha terminado.
Los periodistas no se quedan atrás
Otro grupo importante de autores bolivianos que escribieron sobre la temática guerrillera son, como no podía ser de otra manera, los periodistas. Sobresale en la lista José Luis Alcázar con un libro que según sus editores mexicanos “constituye el primer gran reportaje sobre los históricos sucesos” de la guerrilla del Che. Alcázar vivió muy de cerca los acontecimientos como corresponsal del diario Presencia, habló con muchísimas personas involucradas, tomó fotografías y construyó una narración, no sólo integral, sino también apasionante, al mejor estilo del “nuevo periodismo”. Es un libro publicado inicialmente en México que tuvo múltiples ediciones muchas de ellas “pirateadas”.
Resulta anecdótico que los periodistas inauguren y cierren un ciclo de libros sobre el tema, pues en estos días ha comenzado a circular La guerrilla que contamos, un libro sobre la cobertura de estos acontecimientos, de José Luis Alcázar en coautoría con sus colegas de oficio, Juan Carlos Salazar y Humberto Vacaflor y casi simultáneamente apareció, en la Feria del Libro de La Paz 2017, una producción colectiva bajo la coordinación periodística de Carla A. Hannover con el título El Che: una cabalgata sin fin (a 50 años de su trajinar por Bolivia).
Figura también en este rubro el trabajo de Luis Gonzales y Gustavo Sánchez, El gran rebelde, libro publicado en Nueva York, también en 1969. Pero aquí lo anecdótico es que tardó nada menos que 38 años en publicarse en castellano, el idioma original en que fue escrito.
Están presentes también Roberto Cuevas con una esclarecedora entrevista en profundidad con Antonio Arguedas (Arguedas confidencial) y José “Cheche” Nogales con un denso aunque algo desaliñado trabajo aparecido en el año 2010 (Rebelde con causa).
Gerardo Irusta Medrano, prolífico periodista tempranamente fallecido, le dedicó al tema varios remarcables capítulos en por lo menos dos de sus libros: La lucha armada en Bolivia y Espionaje y servicios secretos en Bolivia.
Aquí debo señalar, modestia aparte, que aporté a ese caudal con la recopilación documental en cinco volúmenes El Che en Bolivia, con dos ediciones diferenciadas (una en los años 90 y otra el 2005), y con decenas de artículos una selección de los cuales llegó al formato de libro.
Por su puesto han sido y siguen siendo los periodistas quienes alimentan la información cotidiana sobre estos sucesos en los medios de difusión. A menudo aparecen escritos superficiales e imprecisos, pero se advierten notables esfuerzos por hacer, también con este tema, un verdadero periodismo de investigación. De esa inmensa cosecha se pudo seleccionar unas cuantas decenas de reportajes y entrevistas que aparecen en la mencionada Bibliografía.
Variedad de enfoques y formatos
La producción informativa boliviana sobre esta temática en formato digital y difundida por la red internet podría ser todavía escasa y poco conocida, aunque, como van las cosas, tendrá mayor significación en la medida del aumento explosivo de la influencia las nuevas tecnologías. Entretanto, con el apoyo fundamental de mi hijo Antonio se ha estructurado con esfuerzo voluntario individual el sitio www.chebolivia.org el mismo que alcanzó unas 150.000 visitas de 170 países.
Todos los historiadores que se ocuparon de la historia contemporánea e Bolivia, le han dedicado algunos párrafos o capítulos al tema. La mayoría de ellos figuran también en la Bibliografía. Una mención especial merecen los historiadores Roberto Querejazu Calvo con su breve biografía del Che y Gustavo Rodríguez Ostria con su esencial trabajo sobre Teoponte y su biografía de Tania.
Para terminar, y como dato curioso, vale la pena mencionar un pequeñísimo libro (2.5 x 4.5 cm) de Ernesto Callizaya Torres: Las pitadas del Che, aparecido en 1997 con sus 177 paginitas. Posiblemente el autor es ferviente admirador del personaje, pero quizá también sea un amante de los libros, como el Che. No hay que olvidar que cuando lo capturaron llevaba en su mochila cinco libros, uno de ellos Historia Económica de Bolivia de Luis Peñaloza y que en la agenda de su famoso diario hay una lista de más de un centenar de libros que leía o pensaba leer.
* Ñacahuasu en guaraní. ñaca=quebrada y huasu=grande. Pasó al castellano como Ñancahuazú

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